Creencias populares sobre salud, en entredicho


Algunas ideas sobre aspectos relacionados con la salud persisten a pesar de no sustentarse en ninguna evidencia científica

Algunas ideas propias de la época invernal y sobre los excesos alimentarios que se producen, sobre todo durante las Navidades, como creer que los niños no deben comer azúcar porque se vuelven hiperactivos, han sido sometidas a análisis. Al igual que en la edición anterior, la prestigiosa revista «British Medical Journal» ha vuelto a revisar algunas de las creencias que perduran en imaginario popular sobre temas de salud.

El nuevo estudio ha sido realizado por los mismos investigadores, Rachel Vreeman y Aaron Carroll, pediatras y profesores de la Escuela de Medicina de Indiana (EE.UU.) y, como en la anterior ocasión, los autores sometieron las ideas a un análisis buscando apoyarlas o refutarlas mediante la evidencia científica de estudios. Una de las creencias es que la cabeza descubierta es un punto débil que puede provocar la pérdida de grandes cantidades de calor corporal.

Entre el frío y la poinsetia
En el estudio se refuta esta idea, ya que, según los autores, el hecho de llevar la cabeza descubierta no conlleva la pérdida de mayor cantidad de calor que otra parte del cuerpo que se encuentre expuesta al frío, como pueden ser las manos o el cuello. Esta idea parecía apoyarse en un antiguo estudio militar en que se midieron las pérdidas de calor corporal en temperaturas frías a individuos equipados con trajes de supervivencia ártica.

Se constató que perdieron la mayor parte del calor a través de la cabeza, pero esto era debido a que era la única parte descubierta del cuerpo. En otro estudio más reciente se realizó el mismo experimento en individuos que vestían sólo bañadores y que perdieron no más de un 10% del calor corporal a través de la cabeza.

A pesar de que hay razones importantes por las que deba moderarse el consumo de azúcar en los niños, el TDAH no es una de ellas
Otra de las ideas que en el estudio se considera falsa es la de la supuesta toxicidad de las típicas flores de pascua navideñas (la poinsetia o «Euphorbia pulcherrima»). Los autores apoyan esta falsedad en el hecho de que en un estudio de la Asociación Americana de Centros de Control de Envenenamientos no constaba ningún caso de envenenamiento relevante entre los más de 22.000 casos de individuos expuestos a esta planta.

A pesar de esta consideración, es preciso establecer una aclaración al respecto: la poinsetia, popularmente conocida como flor de pascua, contiene principios tóxicos. Lo que ocurre es que muy pocas veces los niños se sienten atraídos por las hojas y los casos de envenenamientos en humanos son raros. No ocurre lo mismo con los animales domésticos en los que pueden producirse intoxicaciones con mayor frecuencia.

Otras especies de plantas también típicas de la Navidad, como el acebo y el muérdago, también son tóxicas. En este caso el riesgo es mayor ya que los niños sí que se sienten atraídos por las bayas rojas del acebo y por los pequeños frutos del muérdago, que recuerdan, por su forma, a pequeñas uvas.

Cenas copiosas y abundancia de dulces
Otro de los mitos examinados, relacionado con los copiosos ágapes navideños, es que las cenas abundantes favorecen en mayor grado el aumento de peso que las comidas copiosas efectuadas en otros momentos del día. Tras revisar varios estudios, los autores coinciden en que lo que realmente provoca un aumento de peso es el número total de calorías que se ingieren a lo largo del día, más que la hora en que se haga esta ingesta.

Es posible que esta creencia provenga de la existencia de personas que padecen lo que se conoce como «síndrome del comedor nocturno», un trastorno en el que se manifiesta una necesidad importante de ingerir alimentos en la cena y durante la noche, lo que conlleva obesidad provocada por un aumento en el número total de calorías de la dieta.

Otra creencia que se relaciona con los niños y con las fechas navideñas es la que sostiene que aquellos que consumen un exceso de azúcar tienen mayor riesgo de ser hiperactivos. Tras analizar los resultados de 12 estudios que examinaban cómo los niños reaccionan a una dieta con distintos niveles de azúcar, se constató que en ninguno de estos se detectaron diferencias significativas entre el comportamiento de niños que habían consumido azúcar y el de los que no lo habían hecho.

Curiosamente, en algunos estudios se constata hasta qué punto la percepción de los padres influye en la valoración que hacen de la conducta de sus hijos. Se encontraron casos en los que los padres, pensando que sus hijos habían consumido azúcar, consideraban que su conducta era activa, incluso cuando en realidad el niño no había tomado nada de endulzante. A pesar de que hay razones importantes (sobrepeso o caries) por las que deba moderarse el consumo de azúcar en los niños, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) no es una de ellas.

EXCESOS NAVIDEÑOS

Comidas copiosas y alcohol en abundancia. ¿Pueden evitarse o mitigarse las resacas? Muchas personas creen que así es, pero no es cierto. Los autores de la revisión han analizado bibliografía referente a este tema sin encontrar ninguna evidencia científica que permita avalarla. Una investigación realizada al respecto fue publicada también en el 2005 en la revista «British Medical Journal». En ella se examinaban ocho tipos distintos de agentes, el propranolol (un medicamento para la hipertensión), el tropisetron (un antivertiginoso), el ácido tolfenámico (un analgésico), la fructosa, la glucosa y algunos suplementos dietéticos de borraja, alcachofa y nopal.

Las únicas substancias que mostraron cierto beneficio fueron la borraja y el ácido tolfenámico. La administración de vitamina B en las intoxicaciones enólicas agudas tiene un papel preventivo en las deficiencias de esta vitamina, frecuentes en los bebedores crónicos, pero no se ha demostrado que mejoren los síntomas de la intoxicación aguda ni de la resaca. Además, y principalmente, de moderar el consumo de alcohol, se proponen algunas estrategias, como espaciar las bebidas alcohólicas intercalándolas con otras «sin» para permitir una progresiva metabolización del alcohol y evitar la deshidratación que acompaña a la resaca.

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Categoría: Actualidad Médica.




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