Dolor de pies


La herencia juega un papel muy importante en las deformidades podológicas

Soportan nuestro peso durante todo el día y, sin embargo, no reciben las atenciones que merecen. El hecho de ir cubiertos les hace pasar desapercibidos y favorece que sus deformaciones o alteraciones no sean siempre descubiertas. Pero el pie también sufre. Además de las habituales rozaduras o grietas, pueden ver modificada su estructura y dar lugar a lo que comúnmente se conoce como pie plano o pie cavo, malformaciones en las que la genética juega un papel muy importante y que pueden solventarse con un tratamiento ortopodológico adecuado. El cuidado desde los primeros meses de vida es fundamental.

Funciones del pie

De entre todas las partes de nuestro cuerpo los pies reciben el peor trato. Nos acordamos de ellos cuando nos dueles o molestan, pero el resto del tiempo les prestamos muy poca atención, a pesar de que los médicos recomiendan lo contrario. No sólo porque son las extremidades sobre la que nos apoyamos durante todo el día y sin las cuales perderíamos el equilibrio, sino porque absorben y amortiguan el impacto que el cuerpo recibe del suelo al andar, a la vez que facilitan la adaptación al terreno.

Con cada paso, los pies soportan una presión superior al peso del propio cuerpo, que se multiplica cuando se realizan otro tipo de actividades, como correr o saltar. Además, se encargan de mantener erguidas las cargas estáticas, distribuyen las presiones y actúan de palanca en la propulsión una vez que el talón se despega del suelo para ponerse en marcha.

Adoptar malas posturas o no usar el calzado adecuado contribuye a deformar la estructura natural del pie, que no se desarrolla plenamente hasta el final de la adolescencia, un periodo en el que, precisamente, surgen la gran mayoría de los problemas. Por ello, es necesario acudir al especialista siempre que exista dolor en los pies y, sobre todo, si éste persiste en el tiempo o se detectan infecciones de hongos en las uñas o en la planta. No hacerlo conlleva consecuencias futuras cuya única solución pasa por una intervención quirúrgica.

Etapas

Los huesos de los pies son los que más tardan en adquirir consistencia u osificarse. De hecho, el escafoides no se forma hasta los cuatro o cinco años de edad, mientras que el calcáneo lo hace entre los ocho y los doce. Es necesario, por lo tanto, tener especial cuidado en los primeros años de vida del niño, ya que existe mucho tiempo para que adquiera vicios en el pie y algunos podrían incluso modificar su correcta formación ósea y provocar una patología posterior.

De 0 a 6 meses

Coincidiendo con el crecimiento y maduración del bebé, los pies comienzan también a adoptar su forma, por lo que no se debe descuidar a los pequeños en esta etapa porque de ello dependerá el futuro desarrollo de sus extremidades. Vigilar la posición y las formas tanto de las piernas como de los pies es indispensable. «no es conveniente poner ropa pesada sobre el recién nacido o ajustarle demasiado las sábanas al dormir, pues no sólo limita los movimientos en los pies, sino que también puede provocar alteraciones torsionales posteriores», aconseja Mónica Rebullida, diplomada en Podología y perteneciente al Colegio de Podólogos de la Comunidad de Madrid.

De 6 a 12 meses

Cuando el bebé comienza a desarrollar su independencia y su movilidad, es necesario que los progenitores eviten malas costumbres como intentar sentarle, forzarle a caminar o calzarle. Así, el hecho de que cuente con una fase previa de gateo le ayuda a controlar sus reflejos primitivos y desarrollar el equilibrio posterior, que le permitirá permanecer erguido.

«El gateo ayuda a madurar y fortalecer sus músculos tanto en miembros superiores, tronco y extremidades, como en miembros inferiores. Si ponemos un bebé que no sabe caminar en un andador, éste no puede sostener su propio peso, porque tanto las articulaciones del pie como del resto del cuerpo no están todavía preparadas para soportar tanto peso y se obliga a la columna a verticalizarse sin tener resistencia ni fuerza extensora», advierte Rebullida.

Es por ello que los andadores no están recomendados en estos casos, puesto que lo único que se conseguirá con ellos es que el pequeño se caiga en repetidas ocasiones.

De los 12 meses a la edad escolar

Cualquier alteración que se detecte en los pies debe ser tratada cuando el niño cuente con tres o cuatro años como máximo, antes de que la osificación concluya. Por ello, no se le debe calzar antes de que camine, siempre es preferible vestirle con calcetines de fibras que permitan respirar al pie e impidan el contacto de hongos o papilomas. Asimismo, los primeros zapatos deben ser de piel, preferiblemente de cabra, o de un material de alta flexibilidad, sin tacón ni entresuela y con abrochamiento alto, mientras que el corte de las uñas debe ser recto, con tijera recta, y concluir con el paso de una lima suave por el contorno.

Por último, hay que vigilar que la alineación de las rodillas y los glúteos sea simétrica, a la misma altura, así como la alineación de los dedos del pie y del talón, que podría estar hacia dentro o hacia fuera.

Adultos

El dolor de pies, junto con el de cabeza, es uno de los más frecuentes en los adultos. Se estima que el 90% de las personas lo ha padecido en algún momento de su vida y, sin embargo, es una de las afecciones a las que menos atención se presta. En este sentido, el presidente de la Asociación Española de Cirugía Podológica, Julio López Morales, asegura que cualquier calzado que no respete la fisiología y anatomía del pie resulta perjudicial para los miembros, sobre todo si presenta excesivo tacón y punta estrecha, «esto provoca la formación de callos y durezas como mal menor, y contribuye a la aparición de juanetes o dedos en garra».

Por sexos, las deformidades son más frecuentes en las mujeres, en proporción de dos a uno, de manera que la patología en el pie afecta al 70% de las mujeres frente al 30% de los hombres.

Tipos de pie
Una huella normal del pie es la que en la superficie de apoyo en la zona media es igual a un tercio de la de la anchura de la huella a la altura del antepié. Cuando esto no sucede y según las principales patologías que pueden darse, se conocen hasta cuatro tipos de pie: plano, cavo, pronado y supinado.

Plano. Caracterizado por el aumento de la superficie de apoyo en la zona media del pie, esta patología conlleva en los niños una desviación del talón hacia adentro y otros problemas de rodillas. En el adulto, supone hipermovilidad en el primer metatarsiano y la formación de juanetes. Aunque esta alteración resulta muy llamativa en los primeros años de vida de un niño, si se diagnostica a tiempo y se realizan los ejercicios adecuados, puede corregirse porque constituye un problema funcional ligamentoso (en las partes blandas) y no un problema estructural.

En caso contrario, cuando la patología evoluciona hacia un problema estructural y aparecen deformaciones óseas, el tratamiento puede ser quirúrgico, si bien antes debe seguirse un tratamiento ortopédico.

Las causas más comunes de este tipo de pie son, además de la disminución del arco interno del pie (80%), determinadas alteraciones neurológicas (10%) y hereditarias (10%). Caminar descalzo por terrenos irregulares o por la playa ayuda a formar el arco y prevenir la aparición del pie plano

Cavo. Este tipo de pie es el resultado del aumento del arco interno y externo, con ausencia de apoyo en la zona media y un mayor apoyo en el borde externo. Una situación que conlleva una sobrecarga en el metatarsal y la formación de dedos en garra. «La sintomatología más evidente es el dolor cuando se permanece mucho tiempo de pie, dolor en la zona metatarsal, a veces acompañado de durezas y callos en los dedos al rozar con los calzados que no son fisiológicos», explica López Morales.

El tratamiento suele ser ortopodológico y consiste en aumentar la superficie de apoyo mediante un soporte plantar de un molde o de una adaptación. Por otro lado, se da la circunstancia de que una persona con el pie cavo es más proclive a padecer esguinces o metatarsalgias.

En ambos casos, pies planos y cavos, la herencia juega un papel muy importante, por lo que antes de diagnosticar cualquier deformidad de cadera o rodillas, por ejemplo, se debe hacer un estudio de estos miembros. «Lamentablemente, a veces vemos pacientes que son sometidos a tratamientos quirúrgicos en la rodilla o cadera sin habérsele practicado un estudio específico del pie, de manera que estos tratamientos no acaban de ser todo lo resolutivos que debieran.. También vemos cómo un buen tratamiento en el pie por parte del podólogo evita muchas lesiones de rodilla, cadera o espalda», argumenta López Morales.

Pie pronado y supinazo. Este tipo de pies pueden provocar diversas lesiones, como la llamada ‘rodilla del corredor’ (con un fuerte dolor en la parte posterior de la rótula), así como las comunes tendinitis tibiales e, incluso, algunos problemas en la cadera. Ambas patologías pueden ser tratadas mediante ejercicios y masajes que ayuden a fortalecer los músculos del pie y con la utilización de plantillas ortopédicas.

En el caso de las mujeres embarazadas es conveniente también acudir al podólogo porque durante este periodo, y debido al sobrepeso y la revolución hormonal, se produce un aumento de la relaxina, que disminuye el arco interno del pie.

Los diabéticos, a su vez, deben prestar especial atención al cuidado de sus pies al ser frecuentes la aparición de úlceras, que pueden prevenirse en el 85% de los casos si se ponen en práctica unas sencillas normas de higiene como el lavado y la aplicación diaria de una crema hidratante. En este sentido, la Asociación Americana de Diabetes recomienda el examen de los pies por lo menos una vez al año para identificar factores de riesgo y evaluar posibles alteraciones.

Cuidados

Teniendo en cuenta los problemas comunes de los pies y siendo conscientes de la importancia de elegir el calzado adecuado para cada uno de ellos, los podólogos recomiendan que después de un buen lavado se proceda a un buen secado, sobre todo entre los dedos, y la correspondiente hidratación. En el caso de excesiva sudoración, se debe recurrir a cremas antitranspirantes, que se pueden combinar con polvos en los calcetines o el zapato. Si el problema persiste será necesaria la visita a un especialista debidamente acreditado.

Otras medidas se son las siguientes:

•Examinar los pies regularmente aunque no duelan.
•Cortar las uñas con tijeras rectas, nunca con cortaúñas.
•Evitar andar descalzo y exponer los pies a lesiones musculares e infecciones.
•Controlar las grietas y cortes en la piel.
•Ser cautelosos con los remedios caseros.
•No ignorar el dolor.
En referencia al calzado, éste se debe comprar siempre al final del día por ser el momento en el que el pie está más dilatado. Además, en el caso de usar tacón, éste no debe sobrepasar los cuatro o cinco centímetros, mientras que la puntera debe adaptarse a los dedos, sin ser puntiaguda.

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Categoría: Traumatología.




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