El insomnio, el pan de cada noche


No hay que resignarse, porque si los desórdenes del sueño se hacen crónicos se convierten en un problema de salud

El insomnio puede ser causado por el estrés, las preocupaciones, la acumulación de situaciones angustiosas, el exceso de alcohol, cafeína, fármacos y otros estimulantes, además de por diversos desórdenes en los hábitos cotidianos. Lo cierto es que muchas personas se han llegado a familiarizar con los problemas derivados de las dificultades para conciliar el sueño, y los asumen como algo intrínseco a su personalidad o su modo de vida. Pero este conformismo, además de poco saludable, no es razonable porque: podemos adoptar muchas medidas para resolver el problema. Veamos algunas de ellas, con el enfoque de esta sección, el psicológico. El insomnio acaba convirtiéndose en una afección que repercute negativamente en la vida de quien lo sufre, que teme que llegue la noche porque lo que debería ser una cita reparadora y agradable con el descanso, deviene en auténtico suplicio. El insomne se ve incapaz de alejar de su pensamiento la necesidad, la obsesión, de dormirse, mientras mira el reloj repasando mentalmente las horas que faltan para el amanecer, y termina comprobando que justo cuando apunta el día es cuando le entran las ganas de dormir. De las alteraciones del sueño, el insomnio es probablemente la más común.

El insomnio, el pan de cada noche Psicología y Psiquiatría

¿Cuántas horas de sueño son necesarias?

Depende de cada persona y de sus circunstancias y edad. La sensación de descanso que se experimenta al levantarse de la cama es el mejor indicador de que se ha dormido suficientemente, y ello porque el sueño es un acto reparador del organismo. Tenemos que dormir el tiempo necesario para que podamos sentirnos activos durante todo el día. Este tiempo varía según el individuo, pero se estima que en la mayoría de las personas adultas es de entre siete y nueve y horas diarias. El sueño cumple esenciales funciones renovadoras para nuestra mente y cuerpo. Por ello, los insomnes conviven con una permanente sensación de cansancio acompañada de irritabilidad, descenso en el rendimiento laboral o académico y, en general, de un bajo tono vital cuya consecuencia no es otra que un descanso nocturno. Podemos pensar que es suficiente con dormir muy poco (incluso hay quien presume de ello), pero nos estaremos engañando. Si los desórdenes del sueño se hacen crónicos se convierten en un problema de salud física y psicológica que debemos resolver. En los cincuenta, un locutor neoyorquino decidió mantenerse trabajando en antena despierto todo el tiempo que pudiera. Tras cuatro noches sin dormir, mostraba dificultades para recordar el alfabeto y llegaron las alucinaciones. Su concentración mental se vio afectada y, además, comenzó a creer que sus compañeros de trabajo, y los médicos y enfermeras que vigilaban su estado de salud, conspiraban para hacerle daño. Justo antes del último programa del experimento, el locutor sufrió un ataque de pánico. Creyendo que el médico venía a enterrarlo vivo, comenzó a gritar y a agredir a todo el que se encontraba de por medio.

Qué pasa si no dormimos

Cuando no se duerme lo necesario, algo dentro de nuestra mente queda afectado y aun cuando sigamos funcionando, cada vez nos costará más trabajo conseguirlo y las repercusiones serán de mayor relevancia. En nuestro país, una quinta parte de la población ha sufrido o sufre alteraciones del sueño, que se traducen en baja productividad, problemas cognitivos, incremento de accidentes, irritabilidad, mayor riesgo de enfermedades y, en general, un empeoramiento de la calidad de vida.

Las nuevas formas de vida y ritmos de trabajo, la competitividad creciente, los desplazamientos laborales y las alteraciones horarias ayudan bien poco al sueño regular y profundo. Nuestras características biológicas, producto de miles de años de evolución, nos han programado para necesitar entre ocho y diez horas de sueño diario. Pero los cambios sociales se producen a un ritmo más acelerado que el de nuestra biología, por lo que terminamos haciéndole a nuestro organismo demandas que quizá no está preparado para asumir. Los actos previos a irse a la cama, como lavarse los dientes, ponerse el pijama o hacer el amor, son un mensaje para que el cerebro se disponga a relajarse y a experimentar la agradable sensación de la somnolencia. Pero en los insomnes, estas actividades rutinarias se trasmutan en señal que comunica al cerebro que está a punto de llegar otra noche de querer y no poder dormir, con la inquietud y desazón que ello acarrea.

Si contar ovejitas no funciona…

Además de productos farmacológicos, que deben administrarse bajo supervisión médica, el insomne puede recurrir a prácticas de tipo psicológico sin contraindicación alguna. Veamos una de ellas:

Medidas para favorecer el descanso nocturno

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Categoría: Psicología y Psiquiatría.




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