Vigorexia: la obsesión por un cuerpo musculoso


La insatisfacción por el propio físico conduce a la obsesión de muchos hombres por el músculo, lo que se conoce con el nombre de vigorexia. «Estar cachas» en el menor tiempo posible pasa de ser un objetivo a convertirse en un desorden emocional. El ansia por adquirir a toda costa una apariencia atlética puede llevar al consumo de sustancias perjudiciales para el organismo. Las consecuencias de este trastorno tienen su reflejo en la dieta, la salud y la conducta social de quienes lo padecen.

Esclavos del cuerpo
Existe en la sociedad una tendencia creciente, incluso compulsiva en algunos casos, a lograr a toda costa ampliar el canon de belleza. Sin embargo, la anorexia y la bulimia demostraron en la década de los 90 que de la moda a la enfermedad sólo hay un paso. Ahora irrumpe con fuerza lo que se conoce de manera científica como vigorexia o la obsesión por ganar músculo a través de una actividad física desproporcionada, y la delgadez que buscaban ellas se contrapone con la robustez que persiguen muchos varones.

El psiquiatra estadounidense Harrison G. Pope acuñó el término en 1993. Por entonces, lo bautizó como la anorexia reversa, por estar más relacionada con los varones que con las féminas. En sus últimos libros y escritos sobre el tema, prefiere hablar de Complejo de Adonis.

Las cifras ponen de manifiesto que aspirar a tener una buena musculatura no es, precisamente, un caso aislado. Un estudio del doctor Pope indica que de los nueve millones de hombres que acuden regularmente a un gimnasio en este país, algo más del 10% podría ser vigoréxico. En España, el Consejo General de Colegios de Farmacéuticos calcula que existen unos 700.000 casos.
Mayor control
El Comité Olímpico Internacional (COI) presentó el pasado mes de abril las conclusiones de un estudio en el que se apuntaba «la necesidad de un mayor control de calidad» en las sustancias consumidas y de «una mayor implicación de los gobiernos y de la industria del sector». El informe reveló que más del 14% de los productos analizados estaba contaminado con sustancias que no se indicaban en la etiqueta y, a su vez, podrían dar positivo en un control antidopaje.

El estudio de la Comisión Médica del COI investigó, a nivel mundial, 634 suplementos, de los que 94 resultaron sospechosos. Por porcentajes, Holanda y Austria encabezaban la lista, con 8 de 31 (25,8%) y 5 de 22 (22,1%), respectivamente. En España, 4 de las 29 (13,8%) dieron positivo en el análisis. Otros ejemplos son Reino Unido, 7 de 37 (18,9%); EE.UU, 45 de 240 (18,8%) e Italia, 5 de 35 (14,3%).

Desde 1997, el organismo internacional viene alertando del riesgo potencial por el uso de estos complementos dietéticos y recomienda a los profesionales no tomarlos. Once años antes, en las Olimpiadas de Seúl 88, saltó a la opinión pública el caso de Ben Johnson. El atleta canadiense fue descalificado de los Juegos acusado de dopaje, horas después de haber ganado la carrera de 100 metros lisos al estadounidense Carl Lewis. Como consecuencia de la alarma que suscitó esta noticia, a partir de entonces los organismos deportivos han aumentado de manera notable los controles antidopaje a todos los niveles.

El COI recomienda que «controles similares a los pertinentes en los productos farmacéuticos, se apliquen a la producción de suplementos nutricionales». Y alienta a los comités olímpicos nacionales, a las federaciones internacionales y a los comités de organización, a que adopten medidas cautelares contra las compañías productoras de estos suplementos, de los que no se puede garantizar la calidad

«Se trata de un trastorno que se caracteriza por una tendencia obsesiva a conseguir un cuerpo musculado», afirma la doctora Teresa Lartigau, psiquiatra y especialista en este tipo de patologías. Aunque la alimentación juega un papel importante, ya que los suplementos dietéticos -ricos en proteínas y carentes de grasas- ayudan a conseguir esa musculación, lo correcto sería hablar de un desorden psiquiátrico. «De alguna forma, está relacionada con la anorexia y la bulimia porque las tres son trastornos adictivos», añade. «Recuerdo el caso curioso de algunos muchachos que después de superar una anorexia nerviosa se dedicaron a cultivar el cuerpo en exceso y pasaron de un trastorno a otro», explica.

Insatisfacción con el físico

Aunque hasta hace tres años no se habían estudiado casos de vigorexia, su perfil resulta bastante familiar:

•Personas inmaduras, «por su excesiva dedicación al cuerpo», apunta la doctora Lartigau.
•Baja autoestima
•Introvertidos
•Antisociales
•Miradas continuas en el espejo
•Acuden con mucha frecuencia al peso
•Obsesionados con hacer sobreesfuerzos físicos
En definitiva, quien sufre de vigorexia es una persona insatisfecha con su propio cuerpo; se ve demasiado delgado y busca con el ejercicio adquirir el volumen deseado. «Necesitan, buscan, a través la musculación, estar más satisfechos consigo mismos», precisa la especialista. Al tratarse de un trastorno, su tratamiento es más sociológico que clínico. «La base está en tratar los rasgos de la personalidad. Deben mejorar su autoestima, pero por cauces distintos a la actividad física obsesiva», aconseja la doctora.

Medicamentos y dopaje
Impulsados por el deseo de estar bellos en el menor tiempo posible, quienes padecen vigorexia pueden caer en la tentación de doparse, a través de anabolizantes y esteroides, con el consiguiente riesgo para su cuerpo. «Existe una obsesión creciente, casi patológica, en dedicar una gran parte del tiempo libre a cultivar el cuerpo en los gimnasios. Si a ello unimos unas dietas inadecuadas y algunos medicamentos peligrosos, se producen graves efectos sobre la salud», advierte Lartigau.

Se trata de sustancias que pueden provocar problemas de impotencia, crecimiento desproporcionado de las glándulas mamarias, acné, caída del pelo… y en los casos más extremos, problemas en el corazón y en el hígado. «Pero sólo si se toman en grandes dosis pueden producir efectos secundarios», coinciden en afirmar Fran y Jon Ander, monitores en dos gimnasios de Bilbao. Ambos aseguran de forma rotunda que el dopaje es un campo exclusivo del deporte de alta competición y que un usuario normal tiene un total desconocimiento del asunto. «No saben diferenciar entre una proteína o un anabolizante», concluyen.

Sin embargo, un informe de la Comisión Europea, publicado este mismo año, revela que un 6% de las personas que acuden a un gimnasio se dopan. Más de 20.000 centros en el viejo continente tienen inscritos más de 15 millones de clientes.

Muchos hombres pretenden ponerse cachas en un tiempo récord. «El 70% de la gente que viene al gimnasio me pide eso», comenta Jon Ander. Pero esa meta inmediata no se alcanza, simplemente, a base de una tabla de ejercicios y de una dieta; necesitan un complemento. «Progresivamente se van tomando hormonas del crecimiento y anabolizantes que resultan perjudiciales», afirma. Algunas de estas sustancias «puede matar», alerta la doctora.

«A pesar del mencionado riesgo, es muy difícil convencer a los muchachos del peligro que corren, porque creen a pies juntillas lo que se les dice en los gimnasios», dice Lartigau. «Todo comienza con la práctica deportiva. Se empieza en los gimnasios con el ejercicio y poco a poco la gente se va obsesionando», subraya.

Mercado negro
Los productos utilizados para el dopaje tienen prohibida su venta sin receta médica y están catalogados como ilegales por el Ministerio de Sanidad y Consumo y por el Consejo General de Colegios de Farmacéuticos de España. Aún así, no hay normativa sobre las medidas necesarias para controlar el tráfico ilegal de estos fármacos. El Colegio Valenciano de Farmacéuticos detectó el pasado mes de septiembre una partida de recetas falsificadas para adquirir hormonas del crecimiento, que en una farmacia alcanzan precios que oscilan entre los 60 y los 600 euros.

Mientras que en Estados Unidos la venta y el tráfico de anabolizantes es ilegal y perseguida por las autoridades (clasificados como drogas duras), en la mayoría de las farmacias españolas se venden sin receta médica. Así lo denuncia Fran, monitor de gimnasios desde hace 15 años. «La falta de control es absoluta y esto sí que resulta preocupante», afirma.

El que estos productos estén prohibidos por ley no significa que quien esté interesado no pueda conseguirlos. Existe todo un mercado negro por detrás, que ahora se apoya en Internet para su comercialización. Surge así una farmacia virtual, donde oferta y demanda acuden a la Red en busca de anabolizantes, esteroides y toda clase de suplementos dietéticos o vitamínicos.

El peligro se halla en que el consumidor final desconoce si el producto que consume está caducado y cumple con las normas sanitarias más básicas, en opinión de la doctora Lartigau. Respecto al negocio que estas sustancias generan, un estudio de la Unión Europea indica que, sólo en Alemania, la venta ilegal de estas sustancias proporciona ganancias que rondan los 100 millones de euros al año.

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Categoría: Psicología y Psiquiatría.




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