Gastrosquisis en niños
La atención de un niño con gastrosquisis empieza al momento del nacimiento. En muchas instituciones se fomenta el traslado de la madre al hospital donde se realizará la operación del lactante antes del parto, sin importar el tipo de ésta; asà se reduce al mÃnimo el periodo entre el nacimiento y la reparación quirúrgica. La atención inmediata del lactante con gastrosquisis tras el nacimiento se enfoca en tres áreas: proporcionar al intestino una cobertura protectora estéril, prevenir la hipotermia y asegurar la reanimación adecuada con lÃquidos.
Los lactantes con gastrosquisis son con frecuencia pequeños para su edad gestacional y están sometidos a grandes pérdidas de agua y calor por la exposición inÂtestinal. En la sala de partos las vÃsceras expuestas se protegen con envolturas estériles mojadas en solución salina o con una bolsa «intestinal de plástico» y se coÂloca al paciente en un calentador infantil. Se instala una sonda bucogástrica para descomprimir el estómaÂgo y prevenir la deglución de aire, asà como la aspiraÂción.
En la unidad de cuidados intensivos neonatales se inicia la reanimación con lÃquidos isotónicos. Es proÂbable que estos sujetos necesiten 2.5 a 3 veces más volumen para mantenimiento que un recién nacido normal en las primeras 24 horas después de nacer. La reanimación con lÃquido se continúa hasta que se logra el gasto urinario adecuado y el equilibrio acidobásico. Asimismo, se comienza la cobertura con antibióticos de amplio espectro.
Los lactantes que nacen en hospitales regionales reÂquieren traslado urgente a una institución con recursos quirúrgicos pediátricos. El transporte debe realizarÂlo una unidad capacitada en la atención de pacientes neonatales con cuidados especiales para mantener la temÂperatura del lactante. La evaluación y reanimación comÂpleta del individuo deben instituirse antes de la reparaÂción quirúrgica.
Puesto que la gastrosquisis casi nunca se acompaña de defectos congénitos considerables, además de la atreÂsia intestinal, estos lactantes no necesitan una evaluaÂción extensa antes de la reparación; basta con una exÂploración fÃsica cuidadosa y radiografÃa del tórax.
Después de estabilizar al sujeto, se lleva a cabo la reparación, que se practica en un quirófano bajo anesÂtesia general y relajación muscular completa. Los inÂformes recientes señalan que la anestesia regional es una alternativa aceptable. La anestesia epidural conÂtinua tiene la ventaja adicional de aliviar el dolor pos-operatorio, lo cual es muy importante para los lactanÂtes que se someten a reparaciones en etapas.31 Muchos cirujanos realizan dilatación anal y colocan un catéter rectal para permitir la irrigación y descompresión maÂnual del colon durante la operación. El abdomen se prepara con solución de yodopovidona. Es necesario tener mucho cuidado cuando se manipula el intestino edematoso; las adherencias deben dejarse intactas. Aunque debe examinarse el intestino, es posible que la atresia no sea evidente. Antes de la reducción y el cieÂrre puede aumentarse el defecto fascial unos cuantos centÃmetros. Luego se estira la cavidad abdominal en forma manual y se intenta la reducción intestinal. PueÂde usarse la arteria umbilical para la vigilancia posopeÂratoria y el catéter se extrae por una incisión en la parÂte inferior de la pared abdominal
La naturaleza de la reparación ha tenido una evoluÂción considerable desde los años de 1960, cuando se describió por primera vez el uso de un silo de silastic para proporcionar una cobertura temporal a los intestiÂnos expuestos. El cierre prostético conlleva mayor inÂcidencia de sepsis.33,34 Sin embargo, los intentos demaÂsiado radicales de cierre primario pueden elevar la preÂsión abdominal, con trastornos fisiológicos que incluÂyen disminución del gasto cardiaco debido al descenso del retorno venoso por compresión de la vena cava; dificultad respiratoria por elevación del diafragma; inÂsuficiencia renal; isquemia intestinal; e hipoperfusión en las extremidades inferiores. La opinión actual apoÂya un tratamiento selectivo, de acuerdo con el grado de desproporción entre vÃsceras y abdomen y la elevación de la presión intraabdominal.
¿Qué tan apretado es muy apretado? Esta pregunta ha puesto a prueba a los cirujanos pediatras durante decenios. Los parámetros clÃnicos, incluida la frecuenÂcia respiratoria, perfusión en extremidades inferiores y presión sanguÃnea, son los que se usan con más frecuencia, aunque algunas veces son difÃciles de valorar en un lactante anestesiado. Los estudios en perros han demostrado que los incrementos de la presión intraabÂdominal superiores a 20 mmHg reducen considerableÂmente el Ãndice de filtración glomerular y el flujo sanÂguÃneo renal.Un estudio clÃnico de los efectos he modinámicos del cierre primario de la gastrosquisis y onfalocele demostró que en los pacientes en los que fallaba la reparación primaria habÃa elevaciones signiÂficativas de la presión venosa central y la presión intraÂgástrica, con decremento del gasto cardiaco medido con técnica de dilución de indicador. Además, advirtieÂron que ningún lactante con presión intragástrica me nor de 18 mmHg o aumentos de la presión venosa central superiores a 2 mmHg necesitaban conversión a un cierre por silo. La presión intragástrica menor de 20 mmHg, medida por gastrostomÃa llena con lÃquido o una sonda bucogástrica, es un factor predictivo confiaÂble del cierre primario sin complicaciones. Además, la medición de la presión intragástrica en la unidad de cuidados intensivos servÃa como una guÃa para la freÂcuencia de reducción del silo en los lactantes que se sometieron a reparación por pasos.
También se han empleado otras técnicas para vigilar la presión intraabdominal. El uso del mismo lÃmite de presión de 20 mmHg cuantificado a través de una sonÂda urinaria permitió tomar decisiones terapéuticas acerÂtadas respecto del cierre primario o secundario. La elevación de la presión de dióxido de carbono al final del volumen corriente a más de 50 mmHg predijo la falla del cierre primario en una serie.
Después de reducir el intestino, si es posible el cieÂrre primario, el defecto de la fascia abdominal puede aproximarse en sentido vertical o transversal en una sola capa con puntadas separadas. El tejido subcutáÂneo y la piel se cierran por separado. Es posible crear un ombligo con la técnica en la que la piel y el tejido subcutáneo se elevan de la fascia a unos 1.5 cm alredeÂdor del defecto antes de cerrar.43 Al final de la operaÂción, la colocación de un catéter venoso central facilita la administración posoperatoria de lÃquidos y la hiperÂalimentación. Cerca del 25% de los lactantes no es candidato al cierre primario. En este grupo se crea un compartimienÂto extraabdominal prostético para los intestinos con una hoja de silastic reforzada con dacrón. El material se pliega y el borde doble se sutura alrededor del defecto de la pared abdominal con puntadas separadas o contiÂnuas. Las paredes del silo se construyen paralelas enÂtre sÃ, con cuidado de evitar la creación de un cono de base estrecha. Se aplican suturas largas en la parte suÂperior del silo para poder suspenderlo del calentador infantil. Se coloca un vendaje estéril de sostén alredeÂdor de la base del silo para prevenir la inclinación o torsión de las vÃsceras encerradas. En la unidad de cuiÂdados intensivos se realiza la reducción del contenido del silo a intervalos frecuentes, con cuidado para preÂvenir la presión intraabdominal excesiva.
El silo se examina con cuidado durante los procediÂmientos de reducción en busca de signos infecciosos o de compromiso vascular del intestino encerrado. CualÂquier sospecha de compromiso es indicación para retiÂrar la prótesis e inspeccionar el intestino en forma directa. Por lo general, el silo puede retirarse y la pared abdominal se cierra después de siete a 10 dÃas. La incaÂpacidad para lograr el cierre en dos semanas se acompaña de mayor incidencia de separación entre la próteÂsis y la pared abdominal. Los antibióticos se suspenÂden varios dÃas después de aproximar la pared abdoÂminal.
El tratamiento de la gastrosquisis complicada por atresia intestinal es un problema clÃnico difÃcil y se acompaña de un mal pronóstico clÃnico. La atresia puede ser única o múltiple y afecta tanto al intestino delÂgado como al grueso. Es probable que la cauÂsa sea el compromiso vascular secundario a la compreÂsión en la abertura abdominal estrecha. Si la atresia intestinal es obvia, se recomiendan dos modos princiÂpales de tratamiento. El primero es la reparación de la atresia al momento del cierre de la pared abdominal; el segundo es la derivación intestinal seguida de enteroenÂterostomÃa tardÃa. La reparación primaria implica a menudo dificultades técnicas porque el intestino está engrosado, edematoso y apelotonado. La reparación por etapas de la atresia que complica la gastrosquisis tiene más éxito. En una serie sobrevivieron todos los lactanÂtes que se sometieron a derivación proximal, ya sea con un estoma o una sonda intestinal larga. La contiÂnuidad intestinal se estableció dos a cuatro semanas más tarde. En el segundo procedimiento el intestino tenÃa apariencia normal y se pudo realizar una anastoÂmosis terminoterminal única exitosa.
En ocasiones, el intestino está tan aglomerado que no se reconoce la atresia o resulta imposible la creaÂción de un estoma. En tal situación, los segmentos atréÂsicos pueden regresarse al abdomen y se logra la desÂcompresión con una sonda intestinal larga. La descompresión inadecuada con dilatación continua del segmento proximal puede dificultar la práctica de una anastomosis más tarde. Los lactantes con atresia sueÂlen tener motilidad intestinal anormal, sobre todo si el segmento proximal presenta dilatación masiva. Algunas veces se necesita apoyo nutricional intravenoÂso. Estos lactantes también tienen riesgo de desarrollar el sÃndrome de intestino corto por la pérdida de longiÂtud intestinal dentro del útero. Las técnicas de prolongación intestinal mejoran la función lo bastante para permitir la independencia de la nutrición parenteral.
Las obstrucciones posoperatorias del intestino delÂgado, secundarias a la estenosis de las anastomosis o adherencias, no son raras en estos pacientes y tal vez sea difÃcil distinguirlas de la intolerancia alimentaria consecutiva a la escasa motilidad intestinal. El enema del intestino delgado (enteroclisis) ayuda a diferenciar estos dos trastornos.
La mayor parte de los lactantes con gastrosquisis puede separarse del ventilador y extubarse 24 horas después de la reparación. Todos los pacientes sufren retraso de la función intestinal y necesitan nutrición parenteral total hasta que toleren los alimentos entera-les, casi giempre tres a cuatro semanas después del cieÂrre abdominal.
El Ãleo prolongado es la complicación posoperatoria más frecuente en lactantes con gastrosquisis. La sepsis por el cierre umbilical, por un catéter central o de oriÂgen pulmonar es otro problema habitual. La enterocoÂlitis necrosante posoperatoria parece ser una enfermeÂdad más leve en el neonato con gastrosquisis que en lactantes con la pared abdominal intacta. No parece existir una relación entre el tipo de cierre y el desarroÂllo de enterocolitis necrosante.47 Una fuente importanÂte de morbilidad y mortalidad posoperatoria es la nuÂtrición parenteral total. La sepsis del catéter central no es un problema raro. La colestasis relacionada con la nutrición parenteral total puede ser más devastadora y produce ictericia, cirrosis y al final insuficiencia hepáÂtica que requiere trasplante.
Con las técnicas modernas de cuidados intensivos neonatales y la variedad de abordajes quirúrgicos disÂponibles, los pacientes con gastrosquisis tienen un in- dice excelente de supervivencia con morbilidad baja aceptable.
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Categoría: PediatrÃa.
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